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Valor Moral: La Prudencia

Por: Ivelisse Agostini
editorial@placerespr.com
 

Por su significado, la prudencia habla de la capacidad de actuar con reflexión y precaución para evitar posibles daños. De esta forma, hablamos de algo que además de tener que ver con valores, tiene que ver con virtud y que es definitivamente conveniente para vivir y permitir a otros vivir en paz.

La prudencia se manifiesta de varias formas en nuestra vida, incluyendo la toma de decisiones, cuando hablamos, cuando actuamos y hasta en quién o qué confiamos.  Por eso, y como excelente recordatorio de algo que nos han enseñado, pero ocasionalmente olvidamos, a continuación hablamos de la prudencia en sus diferentes manifestaciones:

Prudencia al tomar decisiones:

Partiendo de la premisa de que la toma de decisiones siempre tiene un impacto personal y colectivo, nuestras decisiones prudentes o imprudentes tendrán consecuencias positivas o negativas. Del antiguo Egipto, existen imágenes sobre una serpiente de tres cabezas que representaba la prudencia y que sugería que para un hombre ser prudente debe mostrar la astucia de una serpiente, tener vigor, agilidad y paciencia. En la vida diaria, nos vemos tomando decisiones de índole material, donde debemos ser prudente llevando buen control de nuestras cuentas y haciendo un análisis adecuado antes de cualquier gasto. Mediante un análisis correcto es posible, incluso, tomar riesgos, pero siempre de forma prudente. De igual forma, en el aspecto emocional, antes de entregar nuestra confianza o nuestro corazón, debemos ser prudentes y esperar a conocer, en la mejor medida posible, a la otra persona y dejar que ellos nos conozcan. Esto va a evitar decepciones y de hecho, evitará que invadan tu privacidad o te prestes a manipulaciones. Dicen los sabios que nunca debes permitir que las emociones dominen tu inteligencia y esto es, definitivamente, una excelente forma de expresar prudencia.

Prudencia al hablar:

Dice un viejo refrán “No hay mejor palabra que la que no se dice” y, el mismo Jesucristo, en Mateo 15:11 expresó: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre”. En ambos casos, se nos recuerda que al hablar somos capaces de hacer daño, tanto si hacemos comentarios imprudentes, como si cometemos la imprudencia de hablar mal de alguien o de revelar algo que nos han confiado.

Para ser prudente al hablar, el mejor consejo a dar es saber escuchar, pero sobre todo, pensar antes de hablar. Ser imprudente al hablar puede hacernos herir personas, contar lo que no debemos, confiar en alguien que no lo merece o criticar algo o alguien…  En cualquier caso, ser imprudente al hablar puede ser perjudicial para otros o para nosotros mismos.

Prudencia al actuar:

Ya hablamos de lo importante que es ser prudente al tomar decisiones y ello tiene que ver con cómo terminamos actuando. Sin embargo, son muchas las veces que apenas tenemos tiempo de pensar antes de actuar y es en estos casos cuando más prudente tenemos que ser. Imagino que la mayoría de nuestros lectores ha vivido lo suficiente para saber que todo tiene consecuencias, algunas que marcan vidas, pero recordarles lo importante que es evitar actuar por impulso, se presenta necesario cuando hablamos de prudencia.

Al final, “en la vida todo es ir a lo que el tiempo deshace”, como diría el poeta Juan Antonio Corretjer, por lo que también debemos mencionar que podemos aprender a ser prudentes y ese es el propósito de este reportaje. Si aprendemos a dedicar tiempo para el análisis y establecer controles, podremos tomar mejores decisiones. Si aprendemos a callar o pensar antes de hablar, seremos capaces de vivir en paz y fomentar la paz. Si evitamos actuar por impulso o nos detenemos a pensar en la consecuencia de nuestros actos, habremos de evitar errores que pueden hacernos y hacer daño.

Un buen consejo mientras aprendes a tener controles y ser más prudente, es evitar intimar con personas que gusten de conversar sobre temas controversiales o que demuestren ser imprudentes hablando de o juzgando a otros y/o evitar frecuentar personas que corren riesgos constantes y pretenden que tú les imites. No se trata de que cometas la imprudencia de rechazar a alguien creyéndote mejor o sintiendo temor, es que antes aprendas “a vivir entre ellos sin ser como ellos”.

Es necesario recordar que ser prudente debe tener como fin ayudar a convertirnos en mejores personas para evitar daños colaterales. Especialmente importante es que no confíes lo que no quieres que se sepa, ni tuyo ni de nadie. Te sorprenderías la cantidad de veces que puedes ser defraudado, por imprudente.

Al final, vemos que la prudencia mucho tiene que ver con el control, por lo que cualquier exceso en que incurras que pueda menoscabar tu control personal, debe ser evitado para evitar imprudencias de cualquier tipo.


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