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Hay que orar…

Por: Ivelisse Agostini

A mi corta edad, no recuerdo haber escuchado la palabra “resiliencia” en toda mi vida, hasta que nos azotó el huracán María, hace casi siete años. Desde entonces y, desafortunadamente, hemos convertido esta palabra en una muy popular en nuestro país.

Para “hurgar en esta herida” tenemos carreteras, puentes y accesos en precarias condiciones, continuos apagones e interrupciones de otros servicios que nos lo recuerdan todos los días, a los que se añaden infinidad de problemas sociales.  Sin embargo, políticos que parecen estar “for position only” y envían señales constantes de no querernos mucho, pretenden que sigamos creyendo en ellos y seguir siendo “resilientes”. Y nos falta por ver la campaña eleccionaria, donde todavía nadie parece ser capaz de despertar nuestras esperanzas y menos aún tener soluciones reales para cambiar nuestra realidad.

Y no somos los únicos… el mundo entero parece estar padeciendo de una epidemia de líderes entre los cuales permea la mediocridad o el único deseo de dominar otros pueblos, algo que, además de causar injusticias y sufrimiento, ocasiona rebeliones internas y la expansión de conflictos bélicos.

Todo lo descrito anteriormente, presenta una estampa desalentadora. Sin embargo, por encima de todo ello, el ser humano tiene la oportunidad de reclamar vivir en paz y en este pueblo, mayormente cristiano, el remedio es la oración por encima de cualquier mal. Y, es que, lo que vemos de frente está al nivel de lo terrenal, mientras la oración nos eleva a una dimensión desde donde lo que es aparentemente real queda abajo para, desde arriba, verlo todo más pequeño… Por eso, ante la intranquilidad y la angustia que surge como producto de la incertidumbre, las personas con Fe en el poder Divino, logran sintonizarse con la esperanza y, por ende, logran alcanzar la paz. De hecho, a través de las Escrituras Bíblicas, en el Antiguo Testamento, (Isaias 40:31), se expresa que: “Los que en Él confían recuperan fuerzas, y les crecen alas como de águilas. Correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse.”  El propio Jesús hizo promesas sobre la importancia de acercarse a Él en momentos de angustia: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”. (Mateo 11:28). De igual forma San Pablo, un converso que encontró la Paz en Dios, a pesar de toda tribulación, escribió: La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4:7.

Hasta para los que creen en la fuerza de la energía, donde se supone que la mente ejerce un gran poder, la unión de tantas personas orando, representa mentes orientadas en una vibración positiva transformadora.

Sobre el poder de la oración conversamos en una ocasión con el Dr. Abdiel Cruz López, PhD, quien nos comentó que este tema ha generado un debate eterno y nos habló sobre un proyecto de investigación realizado por el Benson-Henry Institute, de la Universidad de Harvard, en torno al efecto de la oración y su eficacia en las funciones neurobiológicas. Este centro de investigación desarrolla proyectos relacionados con las variables mente, cuerpo y espíritu y su equipo de investigadores decidió desarrollar un proyecto para validar el efecto en el cuerpo de la oración y la meditación en Dios. Buscaron una muestra aleatoria incidental con distintos niveles académicos, estrata social y que profesaran una religión. A cada persona se le realizaba un “Brain Pet Scan” mientras oraban y meditaban en Dios.  Los resultados observados fueron impresionantes. Mientras las personas de la muestra oraban y meditaban en Dios se activaban áreas del cerebro que provocan felicidad, bienestar, alegría y auto-sanación. Hablamos de un área que solo se activa cuando uno recibe un regalo inmenso e inesperado. Sobre esos resultados el Dr. Cruz expresó: “Si el impacto de la oración y su efecto al cerebro desarrollando bienestar, felicidad y auto sanación se puede dar en un simple cuerpo, ¿Cuánto más podemos ver su pluralidad, extensión, manifestación en toda la creación y el universo”?

Los resultados de este proyecto son reveladores y, en el mejor de los casos, podrían servir como respuesta a los que, más allá de la perspectiva espiritual, se inclinan a creer solo lo que tiene bases científicas.

Aclarado esto, la próxima pregunta es cómo orar. Comenzamos por decir que oración es unión con Dios y que esa unión debe incluir el reconocimiento de su poder y divinidad, nuestro deseo genuino de seguirle y que aceptamos su voluntad, por encima de nuestros deseos. De hecho, Jesús nos dejó en herencia la oración del Padre Nuestro que ratifica nuestra Fe, nuestra Esperanza y la necesidad de ser humildes y caritativos. Si además de esa maravillosa oración, nos recogemos en un ambiente de silencio y paz y conversamos con Él, en intimidad y sintonía espiritual, podemos ser capaces de escucharle a través del pensamiento y verle a través de sus manifestaciones en respuesta a nuestra Fe.

Algunos piensan que orar correctamente requiere una fórmula científica que incluye pedirlo:

-en armonía con todo el mundo – o sea, que lo que pides para ti no perjudique a otro

-de acuerdo con la voluntad divina – aceptando que sea voluntad de Dios, que sea bueno

-en gracia y de manera perfecta – que recibirlo sea algo bueno y no perjudicial para ti

-y dar gracias porque sabes que Él te está escuchando y ya está obrando – Muestra de Fe.

Invitamos a todos a que superen la decepción y el miedo con la Fe que crece a través de la oración, tanto en soledad como congregados. Porque no hay mayor gozo que el descubrir y reconocer la manifestación del amor y la misericordia de Dios en momentos de tribulación. Con el tiempo se abren nuestros ojos a la divinidad y nos abandonamos a su voluntad, dejándonos guiar, sin miedo a equivocarnos, sin miedo a lo inesperado.

 


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